16 dic 2012

"Mujeres y honor, algunas notas sobre el mentir". Un texto de Adrianne Rich.(1)

Sin embargo, descubrir la mentira en una relación personal, la lleva a

una a sentirse un poquito trastornada.

La mentira se hace con palabras y también con silencios. La mujer

que dice mentiras en sus relaciones personales puede o no

premeditar e inventar sus mentiras. Puede ser que ni siquiera piense

de una forma calculada lo que está haciendo. Surge un tema que la

mentirosa desea ignorar. Entonces se inventa algo: tiene que bajar

porque su parquímetro está por terminarse, o debe hacer una

llamada telefónica que debía haber hecho una hora antes. Cuando se

le pregunta, a quemarropa, sobre una cuestión que puede conducirla

a una charla dolorosa: "¿Cómo te sientes acerca de lo que está

pasando entre nosotras?" En lugar de tratar de describir sus

sentimientos, su ambigüedad y su confusión, ella pregunta, "¿Cómo

te sientes tú?" Como la otra está tratando de establecer una base de

apertura y confianza, empieza a describir sus propios sentimientos,

así la mentirosa aprende más de lo que dice. Y puede que incluso

diga a sí misma una mentira: que a ella le preocupan más los

sentimientos de la otra que los suyos propios. Pero la mentirosa está

realmente preocupada con sus propios sentimientos. La mentirosa

vive con el miedo de perder el control. No puede siquiera desear una

relación sin manipulación, ya que el ser vulnerable a otra persona

significa para ella la pérdida del control. La mentirosa tiene muchos

amigos y amigas pero lleva una existencia de gran soledad.

La mentirosa sufre a menudo de amnesia. La amnesia es el silencio

inconsciente. Mentir habitualmente como forma de vida es perder

contacto con el inconsciente. Es como tomar pastillas para dormir que

propicia el sueño pero impiden el soñar. El inconsciente quiere la

verdad. Deja de hablar a aquellos que quieren alguna cosa más que

la verdad.

(1) * Tomado de Rich, Adrienne, "Sobre mentiras, secretos y silencios", Barcelona, España, Ed. Icaria, 1983, pp. 222-231.

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