Hace unos días, después de hablar con él de mis emociones, mi compañero me leyó este parrafo del libro Inés del Alma mía de Isabel Allende:
"Al alba salí de la cama y comprobé que ya no sentía ese dolor en los hombros y en el cuello que me había atormentado durante semanas; había desaparecido el peso inútil del odio."
Le amé por ello.
A veces, es necesario tener al lado a quien te ponga el espejo delante para que te reconozcas.
Está volviendo el equilibrio.
Poco a poco.
Y me gusta.
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